Lo que hace falta para ser campeón del mundo: el efecto Bannister
Share:
“Donde todos piensan lo mismo, nadie está pensando.”
MAR PLANAS
Redactora
Para ser campeón o campeona del mundo hace falta dedicación durante años y una pizca de suerte al elegir a tus padres, pero hace falta algo más: creer que lo puedes ser.
Durante décadas, cientos de atletas intentaron correr una milla en menos de cuatro minutos. Algunos se acercaban, pero nadie lo lograba. Empezó a decirse que era fisiológicamente imposible, incluso se publicaron estudios que afirmaban eso mismo. Los expertos argumentaban que el cuerpo humano no era capaz de mantener la velocidad requerida para conseguirlo.
El 6 de mayo de 1954 Roger Bannister fue el primero en conseguirlo: corrió una milla en un tiempo de 3:59. El segundo en conseguirlo fue John Landy solo 48 días después, que superó su tiempo marcando 3:58,8. Cabe destacar que Landy era uno de los que lo había intentado en repetidas ocasiones e incluso había defendido públicamente que era imposible.
Desde entonces, 16 atletas lo han conseguido. A día de hoy, el récord está en 3:43,23.
¿Eran los cuatro minutos una barrera física? ¿O se trataba de una barrera mental? ¿Qué cambió este 6 de mayo?
Lo que cambió fueron las creencias de los atletas. Cuando creemos que algo es imposible, nuestra actitud para conseguirlo está condicionada. Cuando alguien hace lo aparentemente imposible, las creencias de todo el mundo cambian y más gente entra en el estado mental adecuado para conseguirlo.
Todos tenemos nuestro sistema de creencias y este viene condicionado por nuestras vivencias a lo largo de nuestra vida, así como de los inputs que recibimos, tanto del exterior (lo que percibimos de nuestros padres, de los profesores, de los compañeros, del jefe, de la pareja…) como del interior (lo vivido, lo que nos decimos nosotros mismos).
Las experiencias individuales, los triunfos y fracasos anteriores y la desviación de estos con nuestras expectativas toman gran importancia en la creación y evolución de nuestras creencias.
Y nuestras creencias determinan nuestra actitud. Y nuestra actitud dirige nuestros comportamientos.
Para conseguir cualquier objetivo ambicioso es fundamental que nos paremos a analizar cuáles son nuestras creencias, ya que muchas de ellas nos pueden estar limitando. Hace falta remover los cimientos de nuestro sistema de creencias, detectarlas y, una vez localizadas, ponerlas en duda. Por ejemplo, nos podemos preguntar: “¿Tenemos alguna prueba irrefutable de que esto sea así?” Como hemos visto, afirmaciones como “Si nadie lo ha hecho antes, es que no se puede hacer” son una falacia.
El siguiente paso consiste en sustituir estas creencias por afirmaciones menos limitantes. Por ejemplo: “nunca antes lo ha hecho nadie porque nunca antes nadie ha incorporado tal cosa en la preparación.” Visualizarnos consiguiendo nuestro objetivo en repetidas ocasiones nos ayuda a convencernos de nuestra capacidad. Finalmente, tenemos que llevar a cabo acciones que refuercen nuestra convicción.
Trabajar en desterrar nuestro paradigma es una tarea compleja y laboriosa. Contar con un buen coach deportivo puede ser de gran ayuda.
Los seres humanos tomamos las decisiones y guiamos nuestras actitudes en función de nuestra realidad. Esta la creamos pasando lo que nos llega a través de nuestros sentidos por el filtro de nuestros modelos mentales, paradigmas, creencias y marcos de referencia.
Este proceso da lugar a una serie de decisiones, actitudes y acciones que derivan en un resultado.
Si este resultado no es el esperado, es momento de replantearnos aquello que conforma nuestro filtro, para así emprender nuevas acciones que nos lleven a nuevos resultados.
Imágenes | Pixabay
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles. Más Información en nuestra Política de privacidad