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Seguridad y eficacia de los fármacos en diabetes tipo 2

DIEGO SORANDO

Redactor

 

¿Qué es la diabetes tipo 2?

La diabetes tipo 2 es un trastorno metabólico causado por una elevada resistencia a la insulina. A diferencia de la diabetes tipo 1, una persona con diabetes tipo 2 sí es capaz de producir insulina; el problema reside en que no producen la suficiente y/o, aun produciendo grandes cantidades de esta hormona, los tejidos no son capaces de responder a sus efectos.

 La diabetes tipo 2 es la más común de todas, representando el 90% de todos los casos de diabetes en el mundo. Según la Federación Internacional de Diabetes, alrededor de 415 millones de adultos entre los 20 y 79 años tienen diabetes. Además, se prevé que ese número aumente en 200 millones más para 2040.

 Imagen 1. Número de adultos entre 20 y 79 años con diabetes en el mundo

La diabetes tipo 2 está demostrando ser una gran carga de salud pública porque la hiperglucemia crónica, junto con otras aberraciones metabólicas, provocan daños microvasculares (retinopatía, nefropatía, etc.) y macrovasculares (enfermedades cardiovasculares).

 Aunque no es nada nuevo, un estilo de vida saludable reduce considerablemente el riesgo de padecer este trastorno. Ser activo físicamente, entrenar fuerza, llevar una alimentación basada en productos frescos y tener un buen descanso, son determinantes.

Estos son los fármacos más usados en la diabetes tipo 2 

En alguna ocasión, la medicina ha buscado (y lo ha conseguido) mercantilizar y lucrarse de trastornos y marcadores subrogados como lo son la depresión y el colesterol, respectivamente, sin que haya ningún tipo de evidencia que avale que el estado de ánimo es un problema de serotonina o que las estatinas salvan vidas.

Con la diabetes tipo 2, ha ocurrido lo mismo. Han querido dar a entender que la obesidad, la diabetes tipo 2, etc., es un problema médico. Se han estado recetando fármacos como insulina o metformina, entre otros fármacos, sabiendo que no son eficaces y/o pueden tener riesgos para la salud.

Esto es lo que sabemos sobre estos fármacos y su papel en la salud

Insulina: La insulina es un tratamiento totalmente necesario en la diabetes tipo 1 debido a que el páncreas no es capaz de segregar esta hormona. En la diabetes tipo 2, la insulina a veces se prescribe al no cumplirse los objetivos de glucemia a pesar de estar usando otros fármacos.

Las guías ADA/EASD y NICE, recomiendan la metformina como fármaco de primera línea en diabetes tipo 2. Por otro lado, las sulfonilureas, también han sido recomendadas por su alto nivel de eficacia.

Cuando revisamos la evidencia que hay detrás, observamos que el uso de insulina no disminuye la mortalidad en comparación con placebo o únicamente con dieta, tal y como se muestra en la figura de abajo (Erpeldinger et al., 2016). Tampoco mostraron eficacia alguna en la mortalidad cardiovascular.

Además, tampoco se ha observado que en comparación con dieta o placebo, el uso de insulina disminuya las muertes súbitas, infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares, amputaciones de pierna, ceguera, insuficiencia renal o duplicación del nivel sérico de creatinina.

Por otro lado, en comparación con los hipoglucemiantes orales, el riesgo de episodios hipoglucémicos es mucho mayor si se usa insulina.

(Erpeldinger et al., 2016)

Metformina: La metformina es un fármaco de la clase de las biguanidas, cuyos efectos son los de inhibir la producción hepática de glucosa, mejorar la captación de glucosa y retrasar la absorción intestinal de glucosa.

En 1998 se publicaron los resultados del Estudio Prospectivo de Diabetes del Reino Unido (UKPDS 34), en los que se recomendaba la metformina como tratamiento principal. En ese estudio se comparó el efecto que tenía sobre la mortalidad por todas las causas el uso de metformina junto con dieta y la dieta por sí sola. Mostraron que la metformina con dieta, en comparación con la dieta sola, reducía de manera significativa la mortalidad.

Por otro lado, ignoraron el dato de que hubo más fallecidos cuando se combinaban sulfonilureas junto con metformina que empleando solamente sulfonilureas.

En el metaanálisis realizado por Boussageon et al., en el año 2012, se compararon los resultados usando metformina o placebo y se observó que la metformina no  tenía un efecto significativo en la mortalidad por todas las causas (ver imagen más abajo) o por eventos cardiovasculares. Por otro lado, no hubo diferencias significativas en las tasas de infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia cardíaca, enfermedad vascular periférica, amputaciones de piernas y complicaciones microvasculares.

Sulfonilureas: Las sulfonilureas son fármacos que estimulan las células ? pancreáticas con el fin de aumentar la secreción de insulina. Muchos de los estudios que recomiendan el uso de estos fármacos comparan las sulfonilureas con otros fármacos, cuya seguridad y eficacia aún no han sido establecidas, en lugar de hacerlo con placebo.

Como hemos comentado anteriormente, en el UKPDS34 se observó que el uso de metformina junto sulfonilureas aumentaba el riesgo de mortalidad. En la revisión sistemática de Selvin et al., no se mostró que estos fármacos fueran eficaces y en el metaanálisis de Tzoulaki et al., se observó un aumento del 24-61% y del 18-30% de mortalidad por todas las causas e insuficiencia cardiaca congestiva, respectivamente.

Finalmente, parece que estos fármacos están relacionados con aumento del riesgo de hipoglucemia grave e ictus.

Tiazolidinedionas: Las tiazolidinedionas son un grupo de fármacos cuyo mecanismo de acción principal es la de mejorar la sensibilidad a la insulina.

«La historia de la rosiglitazona está sembrada de muerte, avaricia y corrupción […]. La confianza entre el médico y el paciente, entre el investigador y el participante, o entre el autor y el editor se ve perjudicada cuando las bases sobre las que se han creado las pruebas son tratadas con tanto menosprecio.»

«Estos datos no deberían ser conocidos por nadie fuera de la empresa.»

Estos dos párrafos pertenecen a un libro de Peter Gotzsche; el primero pertenece a la editorial de la revista The Lancet; el segundo a un correo interno de la empresa SmithKline Beecham (actualmente llamada GlaxoSmithKline).

En 1999, la FDA aprobó la rosiglitazona a pesar de que el grupo que estaba tomando este fármaco tuvo un mayor recuento de accidentes cerebrovasculares trombóticos. Ese mismo año, SmithKline Beecham, completó un ensayo que reveló que la rosiglitazona provocaba más problemas cardiovasculares que la pioglitazona, resultados que intentaron ocultar durante 11 años ya que «no suponían ninguna contribución relevante.» Finalmente, la rosiglitazona fue retirada del mercado europeo en septiembre de 2010.

¿Qué sucede con otras tiazolidinedionas que se siguen comercializando?

Aunque es cierto que estos fármacos han mostrado su eficacia a la hora de controlar los marcadores en el control de la diabetes, no significa que haya beneficios clínicos.

Por ejemplo, la pioglitazona aumenta el riesgo de insuficiencia cardiaca, aumento de peso y fracturas óseas. Esto puede ser realmente perjudicial en mujeres posmenopáusicas. También se ha mostrado un aumento del riesgo de hipoglucemias graves, sobre todo si se incluyen otros fármacos hipoglucemiantes.

¿Qué se puede hacer?

Primeramente, no tratarles como si tuviesen un problema educacional (aunque sí es cierto que a nivel nutricional, se les puede orientar a tomar mejores decisiones, repetimos, no es un problema educacional), de la misma forma que los adolescentes que hacen botellones no tienen ese problema con el alcohol.

Normalmente, estas personas suelen tener menor actividad ejecutiva, es decir, tienen menor control a la hora de inhibir ciertos impulsos. Esto, unido a una alta disponibilidad y variabilidad de alimentos, mayor sensibilidad hedónica, probable disminución de receptores opioideos, y muchísimos factores, de los cuales se podría sacar un artículo entero (quizás más adelante), tenemos el combo perfecto para que una persona, señalados por muchos como una “persona vaga y sin disciplina”, padezca de este trastorno.

El trabajo con la persona ha de ser multidisciplinar. Es decir, un psicólogo, entrenador, dietista-nutricionista y médico, son necesarios para ayudar a la persona a mejorar sus hábitos y salud.

 

Bibliografía

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Imágenes | Unsplash

(Boussageon et al., 2012)